lunes, 28 de febrero de 2011

Lógica Progresista

Leemos en Página/12 una emotiva nota sobre la vida cotidiana de las comunidades aborígenes, realizada la compañera Silvia, antropóloga social, que aprovecha la oportunidad para exigir una autocrítica a los medios que abordan el tema de los pueblos originarios limitándose a su victimización, “sin darles la suficiente capacidad de empoderamiento y presencia.” Por eso Silvia, la antropóloga social, habla por ellos. Se ve que a través de ella sí “tienen presencia”. Pero miren si la tendrá clara Silvia, la antropóloga social, que, al mismo tiempo que “empodera” a las comunidades aborígenes, nos puede regalar una serie de definiciones sobre las características principales de nuestros indígenas locales.

Resumamos las Premisas:

“La mujer puede estar enterada y tener una autoridad moral, pero muchas veces no ocupa cargos políticos”

“El cargo político, en algunos casos, es hereditario por línea masculina.”

“Entrevisté a muchas mujeres mayores a las que sus padres les decían: '¿Para qué vas a ir a la escuela? La escuela no sirve para nada. Lo único que sirve es trabajar la tierra y hacer lo mínimo de primaria'”.

“Más del 90 por ciento me contó que tuvo un período de encierro durante la menarca, restricción alimentaria y demás."

“Ahora hay un mayor índice de lo que nosotros llamaríamos el embarazo adolescente y fuera del marco de la unión conyugal, pero esto está aceptado por muchas familias porque está valorizado el ser madre”.

“¿Tienen conocimiento del debate en torno de la despenalización? No, porque eso implicaría conocer derechos sexuales y reproductivos y no los conocen.”

“Pero esto de pensar el cuerpo como algo que uno previene no es parte de la cultura.”

“Hay sociedades indígenas en las que hay hombres que no harían ciertas cosas, como lavar la ropa o cocinar, porque no es parte de lo que ellos consideran su cultura.”

Después de semejantes proposiciones, la conclusión resulta tan evidente que suena incluso redundante el balance final expresado en la introducción a la última pregunta de nuestros entrevistadores:

“En ciertos aspectos parecieran estar más
avanzados que el resto de la sociedad...”

Tremendo ejemplo de razonamiento inductivo. Es una lástima que nuestro dúo de periodistas no precisaran a que aspecto en particular se referían: a la misoginia, al rechazo de la medicina preventiva, al embarazo adolescente, al encierro de las mujeres durante su tránsito a la pubertad, o al carácter hereditario de los cargos políticos. Desde acá no juzgamos las costumbres de las comunidades de nuestros connacionales, por lo menos no de aquellas que cumplan con los preceptos básicos que hacen a la supracomunidad de la cual forman parte, como argentinos. Respetando esos márgenes básicos, que cada quien que viva según le parezca. Ahora, eso sí, humildemente y puestos a elegir, déjenme decir que prefiero seguir perteneciendo al “resto de la sociedad” para la que escriben Silvia y sus amigos…

jueves, 17 de febrero de 2011

Odio a los Indiferentes


Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la consciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

Antonio Gramsci

domingo, 13 de febrero de 2011

La Batalla de Fondo

Leemos está nota de Luis Bruschtein en Página 12, que ya tiene algunos días de ir circulando por la web…

“Cuando asumió Alfonsín, el respaldo era tan grande que la sensación generalizada era que esa fuerza sería inamovible. Si bien Alfonsín creó un precedente político importante en el radicalismo incorporando nuevos relatos a la liturgia partidaria, perdió fuerza en la sociedad. Y con su muerte recogió respeto por su historia pero no generó un proyecto. Cuando asumió Carlos Menem, otra vez la sensación era de una escena fundante. Esa alianza del peronismo con las clases altas proyectaba un poderío imbatible. Después de diez años, esa sensación se desvaneció.”

Se explica en la nota que, más allá de la mística alfonsinista y de la sobrevida de ciertos rasgos programáticos del menemismo, ambas fueron experiencias históricas, para decirlo de alguna manera, fallidas. A tal punto lo fueron, que hundieron la sola posibilidad de pensar en un tercer movimiento histórico, término que pasó a ser una mala palabra en los mundillos académicos y en el ambiente progresista que asociaba el cambio más a la “prolijidad”, la “administración” (progresista, pero administración al fin) y la “honestidad”. El mayor de todos los déficits de la Alianza, aquello que preanunciaba su fracaso, probablemente haya sido la incapacidad (más aún, el desinterés) de dotarse de un sentido histórico. Ni siquiera se propuso construirse un destino.

El caso de Kirchner puede decirse, a esta altura, que es al menos diferente. La generación de un universo simbólico propio y específico de su época, su desarrollo en una etapa de condiciones objetivas extraordinaria para América Latina, la construcción de un relato complejo de continuidad y ruptura con las fuerzas “constituyentes” que se vislumbraron en la crisis de 2001, la exitosa gestión de gobierno, y sí, el vacío de significados que dejó su repentina muerte, son elementos que permiten suponer que estamos ante un proceso de distinta envergadura que los encabezados por Alfonsín y Menem.

¿Ahora bien, alcanza para poder decir que existe algo llamado kirchnerismo? Es difícil saberlo. Fede Vázquez, en un breve pero clarificador post, divide el campo (popular?) en dos: los que creen en el kirchnerismo y los que no. Desde mi lado de la cancha, y sólo en función ir precisando los términos de un debate clave de cara al futuro, yo diría que más que en el kirchnerismo algunos creemos en la posibilidad del kirchnerismo. Y toda posibilidad es, ante todo, una disputa.

En esa lucha que ya se está dando (porque ahora es cuando), creo que es posible identificar hoy no dos sino tres vertientes bien diferenciadas. Por un lado los “Manolos”, a los que K condujo pero nunca lideró, para los cuales (tal como lo señala FV) el kirchnerismo aparece como ausencia. Para aquellos no se puede hablar de kirchnerismo más que, a lo sumo, cómo una forma de conducción que resultaba necesaria para determinado momento del país. Kirchner se parece más a esos delegados que Perón seleccionaba de acuerdo a la coyuntura, que a un potencial sucesor.

Hay otro sector, que en su gran mayoría se encuentra dentro del peronismo, para el cual el kirchnerismo es una expresión histórica del movimiento, sí, pero también es la mejor. La auténtica. La que reconcilió al peronismo con la sociedad, la que los reconcilió a ellos con el peronismo, la que se aggiornó al nuevo siglo, la que incorporó nuevamente a la vanguardia de las clases medias a un proyecto transformador, cómo en los setenta. Son, para tomar un ejemplo paradigmático, unos pibes bulliciosos que hace unos años eligieron para identificarse (no sin un dejo de provocación) un nombre reticente para el universo peronista ortodoxo, y que de pronto comienzan a volver a pintarse las remeras con la cara del general, a sacarse fotos con los dedos en V o a entonar la marcha en la sobremesa de sus asados. Son, por sobre todo, los que fueron de Kirchner a Perón, con mayor velocidad una vez fallecido Néstor, cuando la liturgia peronista se convirtió tb en una forma de demarcar el terreno, trazar una cancha que dejaba afuera a aquellos que no querían dejar de jugar en la definición de lo que es (o debe ser) el kirchnerismo, discusión abierta una vez desaparecido el líder.

Para Bruschtein, la clave estará dada por como se defina la interrelación conflictiva entre estos dos sectores en el seno del peronismo:

“De los peronistas que se quedaron, habrá muchos que se alinearán ideológicamente con el kirchnerismo, que tiene muchos de los rasgos históricos premenemistas del peronismo, y otros simularán hacerlo, también a la espera del 2015. Allí estará la confrontación de fondo y no tanto con los que se fueron. Según lo que suceda en los próximos años podría ser allí también donde se comience a reconfigurar una nueva alternativa popular de poder como construcción estratégica, sumando a los sectores kirchneristas no peronistas.”

Este último actor, el cual debido a su inorganicidad con el gobierno es más difícil de conceptualizar (meramente) como “kirchnerista”, viene ganando fuerza en los últimos meses y comienza a ser un actor medianamente influyente, después de que parecía haberse fundido tras el giro orgánico de NK en el 2005. De hecho, probablemente sea materia de un futuro post, pero en efecto aquellos transversales se fundieron luego del fracaso de esa experiencia. Esta nueva progresía (que emergió  a partir de un nuevo giro del gobierno, esta vez a causa de la “crisis del campo”), ya no referenciada en la socialdemocracia republicanista europea, que apuesta (con mejor y menor suerte) a replantear su relación con las experiencias populistas latinoamericanas, anda en búsqueda de una identidad esquiva que parece cada vez más proclive a configurarse entorno del significante “kirchnerismo”. Es decir, va en dirección de tratar de disputar (todavía de manera confusa y voluntarista) el sentido de esta palabra de doce letras que aún no sabemos qué nivel de perdurabilidad tendrá, pero que este progresismo tiene que independizar del peronismo para poder configurarla como referencia ideológica propia.

La reacción ante esto de los que sí suponen tener en claro que significa el kirchnerismo, ya lo dijimos, fue su peronización, como forma de cercar esos embates y conservar un capital que, luego del 28J donde tocó su piso de cotización, se había revalorizado mucho, lo suficiente como para no querer compartirlo con nadie. Tal situación es la que llevó a que en este último tiempo las dos ortodoxias, la kirchnerista y la peronista, tuvieran un mayor grado de afinidad, delimitándose frente a este tercero en discordia.

Pero en la política no vale la foto sino la dinámica, y si hay un mérito en la nota de Bruschtein es la de saber diferenciar entre lo que es secundario y lo que Perón llamaba el “centro de gravedad” y, así, el periodista se adelanta a los acontecimientos de estos últimos días. El “kirchenrismo de paladar negro”, de acá en más, con su líder desaparecido y su heredera natural en duda para esta elección y descartada para la siguiente, comenzará la ardua tarea no ya por acumular (para lo cual resulta comprensiblemente molesto que otros abreven en su fuente) sino por sobrevivir, lo que implicará desafiar a los únicos que ponen en riesgo su identidad, que son los que hoy la niegan, o la aceptan a regañadientes con la secreta convicción de que pasará, como las estelas en la mar…

“En lo que hace a la perduración del kirchnerismo, es indiscutible que en ocho años generó un relato vigoroso en lo simbólico y en el plano de los hechos. Tal como está planteado ya en este momento, tiene todos los elementos que alimentan una experiencia política que trasciende su instante. De lo que pase en los próximos años dependerá la fuerza de esa proyección: si se convierte en hegemónica en el campo popular, si sólo será un factor más en ese campo o si durará hasta la primera derrota.”

Cristina lo sabe, leyó a Perón (y el Chino Zannini a Mao, que en muchas cosas pensaba parecido), y por eso, entre otras cosas, es que en estos días tomó definiciones estratégicas sobre lo que vendrá…

miércoles, 2 de febrero de 2011

Egipto para principiantes: 2º parte, el estallido y sus actores


La frustración por la rigidez del régimen y el malestar por las paupérrimas condiciones sociales de la mayoría de la población, se transformaron en un caldo de cultivo que necesitaba una chispa para finalmente estallar. Sarkozy ya lo había anunciado hace un par de semanas en el G-20: “déjense de joder con los alimentos, que si no le ponemos freno a los aumentos va a haber quilombo en los países pobres”. Así fue, Zine El Abidine Ben Ali, presidente de Túnez desde 1989, comenzó el año con unas vacaciones obligadas a Arabia Saudita, después de que casi lo linchan. Efecto repetición que le dicen, el pueblo egipcio salió a las calles a emular el ejemplo tunecino, en una movilización con un alto contenido de espontaneísmo que sólo tenía un par de consignas explicitadas: salida de Mubarak, nueva constitución, gobierno civil de transición, elecciones libres. Pero, por sobre todo, quien quiera empezar a controlar el malestar general primero va a tener que apuntar a la triada pobreza, inflación y desocupación, que son las que generan la base popular para el respaldo de estas demandas democráticas que pertenecen principalmente a los sectores medios de la sociedad egipcia, y en particular de su juventud.

En efecto, el elemento más dinámico de las protestas es esta juventud no agrupada pero altamente interconectada a través de redes sociales, celulares, etc. Un nuevo ejemplo de cómo las nuevas alternativas de comunicación reemplazan (temporal y limitadamente, sólo en situaciones concretas) la organización política clásica. Pero no el primero: ya en 2008 se armó “vía facebook” una huelga general en apoyo a un reclamo de trabajadores industriales. El experimento fue un éxito, y a partir de allí surgieron (cual los grupos facebook de 678, pero en serio) espacios de militancia activa pero inorgánica, cuyo principal exponente es el grupo denominado “jóvenes del 6 de abril”, principal protagonista de las actuales protestas.

678 Facebook? No, la juventud del 6 de abril
El problema acá es que los pibes no son una opción de poder. Entonces, los “políticos en serio” están intentando, en medio de la convulsión, tomar la batuta en medio del quilombo y configurarse como referencia del proceso. No es nada fácil, pero no faltan candidatos.

Primero, hay que despejar fantasmas: ni la izquierda revolucionaria (diezmada y sin peso relevante) ni el fundamentalismo islámico son hoy opciones reales de poder. La Hermandad Musulmana (HM), por más de lo que diga cierta prensa nacional miope (que no hace más que repetir los cables informativos de las agencias yankees), es otra cosa. Como ya se ha dicho, son moderados, hace más de 40 años que tienen una estrategia pacífica, y tiene una base clase media urbana, por lo que está lejos de representar una ascenso plebeyo de características revolucionarias. Si bien las movilizaciones agarraron a la HM medio de sorpresa, lo que sí tienen a favor es una organización aceitada y con una importante presencia territorial.

pacífico logo de los Hermanos Musulmanes
Después están el resto de los partidos que funcionaban por adentro del régimen, que se han sumado a las protestas pero que están lejos de tener representatividad y legitimidad como para aspirar a algo más que a influir y participar en algún futuro gobierno. En definitiva, así como se adaptaban al régimen dictatorial por unos lugares en el parlamento, nada hace suponer que varíe esa lógica de supervivencia, aunque es probable que se torne más ambiciosa.

El otro actor relevante, que podría llegar a liderar la transición, es el recientemente regresado Mohamed El Baradei. Su rol en la Agencia Internacional de Energía Atómica (que le permitió ganar el premio nobel de la paz en el 2005) es bastante gráfico de donde podemos situarlo políticamente: denunció la falacia de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y rechazó la invasión estadounidense, pero encabezó las críticas a las políticas de enriquecimiento de uranio que lleva adelante Irán. Ni revolucionario ni cipayo, El Baradei desarrolló su vida profesional lejos de Egipto, posee un talante bastante occidentalizado y está lejos de ser proclive a la instauración de un gobierno islámico. Es un tipo bien visto por la sociedad egipcia (principalmente por los sectores medios) y por el grueso de esa entelequia denominada “comunidad internacional”, y eso le basta para ser número puesto en la conducción de un proceso reformista, laico y democratizante. Pero es un figurón, no tiene ningún resorte partidario atrás.

se viene el progresismo: Filmus en la CABA, El Baradei en Egipto
Por ahora, cuando todavía no hay grandes cosas por repartir, todos los actores parecen ser bastante consientes de sus limitaciones y de la necesidad de actuar en conjunto para acabar con el régimen, que todavía no está derrotado. El Baradei entiende que la nueva realidad política implicará un reconocimiento del lugar de la HM, por eso se ha referido a ellos en buenos términos y se ha encargado de diferenciarlos del radicalismo islámico. Su juego está en negar que quiera hacerse del poder, pero presentarse como el garante de un proceso de transición que genere un escenario de real competencia entre las opciones políticas. Es decir, tentar a la HM con que en un futuro puedan disputar y ganar el gobierno. Es posible suponer que El Baradei apuesta a que ese compás de espera sea utilizado para consolidar una opción reformista laica que pueda disputar frente a la HM (cosa que hoy no existe), probablemente con el respaldo de unos EEUU que vería a los refor como el mal menor.

La HM, por su parte, por ahora compra negocio y reconoce la figura de El Baradei. Acá ya es más que nada especulación, pero me da la impresión de que en el estado actual de cosas lo que más preocupa hoy a los partidos de oposición (a todos) es que la cosa se desmadre en serio y que se entre en una situación de caos. No sólo por el temor al “vacío institucional” que tiene todo partido no revolucionario, sino porque en una situación de ese tipo, en donde lo que impere sea el desabastecimiento, el aumento de precios, los saqueos, etc., es posible que comience a ganar espacio la demanda de orden. Y esto abre la puerta a una intervención militar directa, ya sea para sostener al PND o para tomar directamente ellos el gobierno. Las FFAA hoy tienen, por lo menos, capacidad de veto, por lo que la “neutralidad” militar es un valor preciado para las fuerzas de oposición, del que no pueden prescindir. De ahí la necesidad de los sectores opositores, incluyendo a la HM, de resolver rápidamente el conflicto y evitar a toda costa una situación de inestabilidad prolongada.

la disposición espacial de la gente en una protesta dice mucho de su nivel de organización, he dicho
El problema se presenta más bien en el aspecto táctico: lo que la HM no negocia es la salida de Mubarak, mientras que El Baradei y los partidos opositores light aceptarían sentarse a charlar con Hosni los términos del recambio. Es una actitud que apunta a ganarse la simpatía norteamericana, pero que es riesgosa en tanto puede hacerlos quedar en offside con unas bases que lo único que tienen claro es que quieren a Mubarak afuera. La HM deja hacer, porque su negocio está ganarse la dirección de ese pueblo movilizado, pero le sirve que las relaciones con los yankees se mantengan en buenos términos: la plata que brinda EEUU a Egipto es hoy en día indispensable para garantizar la supervivencia de cualquier gobierno futuro, sea del talante que sea (de ese dinero depende la posibilidad de mantener a raya a la casta militar y brindar contención social, dos condiciones para la normalización del país)

Dejamos a Mubarak para el final, porque ya es una sombra. La negativa del ejército a reprimir terminó definitivamente con su gobierno, lo que se discute ahora es si será más tarde o más temprano. Hosni pensó al principio que esto se resolvía como en el 2005, con un par de reformas superficiales, pan y circo, y mandoble para cuando se aquietaran los ánimos. Cuando no bastó, puso por primera vez un vicepresidente (tipo desconfiado, no se lo puede culpar considerando los antecedentes en el puesto), Omar Suleiman, nexo entre Egipto y EEUU, en lo que fue un claro intento por mantener el apoyo norteamericano. Pasa que este muchacho es, además, el responsable de los servicios de inteligencia egipcios, con lo cual su convocatoria a las fuerzas de oposición para iniciar un proceso de diálogo sonó poco creíble. Lo único que puede sostener a Mubarak es el azuzar (adentro en el ejército, afuera en EEUU e Israel) el temor por lo que vendrá pero, como vimos, las fuerzas opositoras son consientes de aquello y por eso se cuidan de no quemar banderas norteamericanas ni de ser hostiles con los milicos.

Vandor + Menem + Cobos = Mubarak
Pero, si bien el discurso de la intifada musulmana ya no se lo cree nadie, tampoco eso significa que el nuevo gobierno vaya a ser más de lo mismo. Camp David probablemente sea puesto en discusión, Egipto seguramente dejará de ser la base para la tercerización de la tortura norteamericana en su lucha contra el terrorismo, el Monte Sinaí deberá ser custodiado con más precaución por Israel, el Canal de Suez volverá a ser una prenda de presión a los países occidentales. No obstante, una especie de “revolución de los colores” egipcia, como la que podría conducir hoy El Baradei, parece el mal menor que estaría dispuesto a aceptar EEUU, resignado a la imposibilidad de una salida gatopardista que mantenga en pie el régimen autocrático que tantas satisfacciones le ha brindado. Porque el mito del retorno de la Umma, el resurgimiento de la nación árabe o el ascenso de un régimen teocrático islámico, hoy son cosas que no están en la agenda, pero la política es dinámica y lo único que tiene de seguro es que nunca se sabe.

Egipto para principiantes: 1º parte, el derrotero histórico



Para empezar, un breve repaso histórico. En 1952 el GOU de Egipto, el Movimiento de Oficiales Libres, da un golpe de estado y el amigo Nasser toma el poder. Con el nasserismo en Egipto se inauguró el período de socialismos árabes caracterizados por el autoritarismo militar, el dirigismo económico y una legitimidad basada en la supuesta eficacia de los milicos para llevar a cabo la liberación árabe, que implicaba, básicamente, enfrentar a Israel. Nasser es lo que los gorilas inventaban de Perón: establece un régimen férreo, absolutamente presidencialista y de partido único. La figura de Nasser trasciende las fronteras egipcias y se consolida como símbolo de la lucha panarabista, llegando incluso a lograr durante un tiempo la unión de Siria y Egipto en la efímera República Árabe Unida. Ahora bien, estos procesos son modernizadores, no tienen una acervo tradicionalista ni religioso sino que son laicos y avanzan en la secularización del Estado. Los islamistas, representados por los Hermanos Musulmanes, cuando ven que Nasser se propone no sólo liberar al país del yugo imperial sino tb del peso de los ideales islámicos, se retoban y se tornan opositores al régimen. Acá empieza una dinámica que va a perdurar por largo tiempo: la casta política que controla el Estado va a tener un manejo bonapartista para mantenerse en el poder, volcándose oportunistamente entre islamistas y socialistas de manera tal de neutralizarlos recíprocamente. Nasser se alinea con la URSS, y en 1964 el régimen se define socialista. En consonancia, se sale a perseguir y a matar a la Hermandad Musulmana y grupos afines. La fantasía socialista se derriba en 1967 durante la guerra de los 6 días, el tiempo que le llevó a Israel hacerles cagar fuego a las fuerzas unidas de Egipto, Siria y Jordania. En términos futbolísticos, fue un desastre equivalente al mundial de Argentina en el 2002: todo el amor propio que el nacionalismo árabe había recuperado en esos quince años, se derribó con la apabullante derrota. La figura de Nasser quedó muy golpeada, pero por suerte Gamal no aguantó mucho y falleció en 1970. Asumió Sadat, que parecía que intentaría reflotar el proyecto panárabe, pero aflojando un toque con el tema del socialismo. Entonces, empezó a darles paulatinamente mayor cabida a los islamistas, cómo para ir poniendo en caja a los zurdos. Así, en 1971 el islam es declarado religión oficial de Egipto y se empiezan a incorporar instituciones islamistas, como la sharia. En función de este respaldo, participa en la Guerra de Yom Kippur (1973) en la cual los países árabes intentaron recuperar parte del terreno perdido en el anterior conflicto. No lo consiguen, pero la derrota es digna, el acuerdo de paz posterior es bastante generoso, y el hecho sirve como para “saldar cuentas” y limpiar el honor después del papelón del que venían. Esto relaja las posturas de ambos lados y le permite a Sadat, que ya había contenido al zurdaje, dar un giro “realista” en su política exterior: ruptura con la URSS, alineamiento con EEUU, se corta solo del resto de los países árabes y es el primero de ellos en reconocer a Israel en 1978, a cambio de la devolución de la Península de Sinaí (acuerdos de Camp David).
Baño de pueblo para Nasser
Los musulmanes se le van al humo a Sadat, que ahora que tiene el respaldo (y la guita) de los yankees puede abandonar ese juego pendular entre zurdos e islamistas: desprestigiados y marginales los primeros, se pone a perseguir a los segundos. Ante la crisis del bloque soviético, la causa nacional se mimetiza con la del islam, y los movimientos fundamentalistas se consolidan como la cara de la resistencia al imperialismo occidental. La revolución iraní encabezada por el Ayatollah Jomeini en Irán en 1979 es la principal expresión de este proceso, y hace aumentar las acciones de Sadat frente a los EEUU, que no pueden permitirse que los fundamentalistas islámicos (útiles en su momento para contener a los soviéticos) sigan ganando posiciones.

La Liga Árabe expulsa a Egipto, pero a Sadat poco le importa, él ya había elegido a otros nuevos y poderosos amigos. Sí le importó a algunos sectores musulmanes integristas del ejército, que aprovechan un desfile militar y lo cagan a tiros, en uno de los atentados más vistosos de la historia de la humanidad. Asume el vice, el compañero Mubarak. Hosni mantuvo el equilibrio de poder de Sadat pero lo sofisticó, facilitando la emergencia de distintas válvulas para descomprimir eventuales malestares sociales. De esta manera, generó un sistema pluripartidista controlado, que a través de la Ley de Partidos limitaba las agrupaciones políticas vetando a las opciones peligrosas y fomentando partidocracias que, ávidas de escaños parlamentarios, se amoldaban al régimen. Esta repartija de bancas, acompañada por una Ley de Periodismo que otorgaba una libertad de expresión controlada y extremadamente limitada,  fue vendida como una “apertura democrática” que ilusionó a algunos sectores de la sociedad egipcia. Por las dudas, tb se dictó la llamada Ley de Emergencia, que limitaba las manifestaciones de los que se oponían a la farsa democratizante de Mubarak. Para aquellos, tb se fortaleció una inmensa red de servicios de inteligencia y represión, según dicen uno de los más violentos y sofocantes del mundo, que ponía en vereda a las expresiones radicales de izquierda o islámicas que aún se resistieran. Los Hermanos Musulmanes, que siempre fueron medio refor, intentaron (con suerte esquiva) aprovechar esos espacios democráticos, con lo que comienza a sufrir desprendimientos partidarios de la acción violenta. En la década de los '90 estos grupos serán los que ocupen la primera plana, con una lógica ultrista e indiscriminada en sus acciones (se cargaban turistas, personalidades civiles demasiado “flojas” para su gusto, etc.) que le allanaría el camino a Hosni para intensificar la represión, siempre con ayuda financiera estadounidense.
Asesinato de Sadat en pleno desfile militar
Una vez consolidado el control en el plano político, Mubarak inició una serie de reformas neoliberales que no las enumero porque son las conocidas por todos, pero que básicamente implicaron la privatización de las empresas públicas, el fin del sistema de nacionalización de la agricultura, la apertura comercial, el control sobre los sindicatos, etc. Se consolidaba así una economía rentista basada en el Canal de Suez, la extracción de petróleo, el turismo, las remesas desde el exterior y no mucho más. Este proceso generó dos consecuencias políticas importantes: por un lado, produjo resistencias internas dentro del Partido Nacional Democrático, entre los adictos a Hosni, aquellos nostálgicos del nacionalismo árabe y, atenti, cierta burguesía que se había fortalecido con las reformas económicas, pero que tenía reticencias en aceptar su rol subordinado a la burocracia gubernamental y que entendía que el régimen autocrático debía modernizarse un poco (cómo nadie sacaba los pies del plato, la referencia de este subgrupo empezó a ser Gamal Mubarak, el hijo de Hosni). Por otro lado, fomentó una tibia reorganización de los sectores opositores, que volvieron a salir a las calles en lo que se conoció como el movimiento Kifaya (algo así como ¡Ya Basta!) Lo interesante de estas manifestaciones de protesta es que en esa consigna ambigua pudieron confluir una amplia gama de sectores variados de izquierda radical, la Hermandad Musulmana  y la partidocracia que funcionaba dentro del régimen (los extremistas islámicos no sé bien que hicieron acá, capaz ya estaban todos muertos) Si Mubarak toleró estas manifestaciones fue porque después de lo de las Torres Gemelas se veía obligado a darle a su gobierno un tono más tolerante, que implicaba el paulatino pasaje del poder desde la burocracia gubernamental hacia las elites económicas. Bajo esta primavera democrática (?), se reformó la constitución y se llamó por primera vez a elecciones presidenciales (antes sólo había plebiscitos para ratificarlo a Hosni). Así las cosas, se llevaron a cabo las históricas elecciones presidenciales y parlamentarias de 2005. Con las de presidente no hay mucho lío, Mubarak digita los candidatos opositores y consigue un inobjetable (?) triunfo con el 88% de los votos. Al mes siguiente se realizan las parlamentarias, escalonadas en tres regiones diferentes. La primera se desarrolla con normalidad, la segunda ya fue medio irregular y a la tercera hicieron fraude a cuatro manos para evitar un resultado peor del que pudieron manipular: el PND hizo una pobre elección, y sólo pudo mantener la mayoría reintegrando a los candidatos de la vieja guardia que se habían ido del partido para presentarse como independientes (lo cual obligó a frenar el proceso de cambio generacional dentro del partido de gobierno, poniendo en boxes a Gamal), y la Hermandad Musulmana se configuró como principal fuerza de oposición obteniendo un 20% de los escaños. El resto se lo llevaban independientes y los partidos de la oposición pero funcionales al régimen. No todo fue tan malo para Hosni, que con esto les demostraba a sus aliados occidentales que la democracia no funciona y que sus modos poco amables eran lo único que impedía un gobierno islámico en Egipto. Las potencias entendieron y Hosni inició un proceso de reversión de reformas, volvió a cambiar la constitución y a excluir las expresiones políticas indeseables, pero como nunca se puede estar seguro del todo, apeló descaradamente al fraude en las últimas elecciones de 2010, lo que le permitió recomponer el margen de escaños perdidos en el 2005. Así las cosas, la Hermandad Musulmana pasó de obtener 88 bancas a la módica suma de 0, ante la indiferencia de la comunidad internacional, que se ve que estaba muy ocupada fiscalizando las elecciones legislativas de Chávez.

Mubarak le aconseja a Sadat no perderse el próximo desfile militar